miércoles, 19 de marzo de 2008

ROMPECABEZAS


Siempre me gustó hacer rompecabezas. Eran tiempos en que me sentía en paz, lejos del mundo agresivo y violento que me rodeaba.
No me apuraba en terminarlos, sabía que una vez hecho, el rompecabezas perdería sentido, la excusa para dejar mi mente volar, desaparecería.
Por eso cada vez hacía uno más difícil, con mayor cantidad de piezas, con fichas más chicas, con paisajes más complicados.

La técnica era simple: primero había que encontrar las esquinas, después, unir los bordes, y con paciencia reunir los colores parecidos en grupos. Aprendí así a ver y a distinguir las más pequeñas diferencias de formas y de color, con una rápida mirada.
Pero pasaba también por momentos frustrantes, las piezas no encajaban de ninguna manera, parecía que fueran fichas de otro juego. Después, ya desahuciada y malhumorada, magicamente empezaban a engancharse y avanzaba en cinco minutos lo que no había hecho en una hora…
Hoy pienso, me acuerdo y siento esos momentos.
Era un juego?
Era una necesidad de aislamiento?
Paciencia, coherencia, equilibrio, sentido común, se necesitan para unir todas esas piezas, reconocer las diferencias, o esas tantas contradicciones. Aprender finalmente a vivir con ellas y a no forzarlas para que todo encaje.

Me acuerdo del vacío que sentía cuando terminaba el juego, lo veía ahí tan inmóvil, tan poca cosa, no se parecía en nada a todo lo que le había puesto mientras lo hacía. Tampoco era tan lindo, no era un cuadro, para mi eran una cantidad de piezas unidas que se parecían al dibujo de la tapa.
Y por más dificl y complicado que fuera, el rompecabezas terminado ya no era mas un rompecabeza.

Todavía sigo armando y buscando más rompecabezas.
Y todavía encuentro, cada tanto, uno más nuevo, uno más desafiante.
Encuentro también cosas, momentos y personas que me rompen la cabeza.
Y me doy cuenta que todavía me faltan vivir, sentir y unir una cantidad de piezas de este rompecabezas.

V.M

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