Efectos Secundarios

En la ciénega del alcohol y la noche ansiosa quedan siempre atrapados los anhelos más perversos e incontrolables que después justificamos bajo efectos secundarios reales o inventados. La maldición del olor a fluidos que todavía no se transformaron en sustancias pegajosas nos convierten en animales a veces abominables que necesitan exaltar los rasgos bonitos de las caras y cuerpos danzantes como la seguridad tras el muro de nuestra propia incapacidad. No me preguntes porque te entrego mi vagina como si fuera el souvenir de la velada cuando en realidad tu piel tiene para mí bajo las escamas, componentes abstractos que quizás me resultan mucho más atractivos. Los códigos se rompen y la ley de mi ser es tajante, no puedo desandar ya nada de lo que mi peso especifico surco en la tierra de nadie. El arsénico me ronda despiadado, no puedo extirparlo, ni quiero, me duele la imagen, que queda grabada para siempre, y mi desequilibrio mental peligra más todavía.
La consecuencia de la carne en mal estado es voraz, migajas de sentimientos encontrados se perturban una y otra vez, es que no vez acaso el resultado de la formula? Claro que no, la idiotez se vuelve inabarcable, no me confundas porque no me siento parte ya de nada.
La condena de tu boludez que me susurraba los oídos la pase por alto, creyendo que escondía pensamientos interesantes en el medio de la vanidad azul y blanca, pero el susurro nunca se equivoca.
Y vos que te estas vaciando de idealismo y vanguardia caíste rendida a los pies del goce que no te pertenece.
El perdón no forma parte de mis atributos, no soy decente, pienso en los dos de manera decimal y fraccionada, cuestiones que no entiendo ni quiero aprender ya.
Una mascara mas en la colección de muchas, la miseria se devoro mis buenas intenciones, la muerte ronda, mientras voy extirpando de a poco los recuerdos que me azotan la rutina.
No tengas miedo porque no hay piedad, ni cautela, entonces no hay nada que pueda aliviar la conciencia demente, estoy harta de vos y de vos también, y no quiero dejar de estarlo.

Mariana Coronado